09/03/2021

Un abracito – Medellín – Colombia

 

A veces, hay días, el trabajo se alarga y se hace de noche antes de que yo pueda regresar a casa. Y empezar a preparar la cena. Y lavar y tender la ropa en el patio. Y trapear la casa. Y fregar los cacharros. Antes de sentarme, un ratico, frente al televisor y quedarme dormida.

 Porque por las mañanas, me toca madrugar. Y preparar los desayunos y dejar casi listo el almuerzo para que, cuando ellos lleguen de la escuela, tengan qué comer.

Así es, ¿ya vio? Mi vida es puro trabajo. Un andar arriba y abajo constante que me tiene sin tiempo para mí.  

Hace pues mucho rato que ya no sé lo que es andar de peluquería. Ni tiempo me queda para sentarme tranquila a organizarme las uñas.  

Pero sepa usted que nada de todo eso me duele. Es mi vida, la vida de pobre, y ya eso, desde bien chiquita, lo aprendí.

Además, están mis hijos. Que son mi vida, mi alegría. Y que, esté yo donde esté, siempre están conmigo. Porque los llevo pegados sobre mi piel y adentro de mi corazón. Ellos son todo lo mejor que de verdad tengo. Y por ellos todo lo que hago lo hago con gusto y hasta con amor.

Y, sino… vea, vea… ahora mismo llamo a mi pequeña y le pido que me regale un abracito. Ya verá usted qué pronto viene y qué fuerte me lo da.  

Y así usted creerá, sin dudarlo, en todo lo que ahorita le conté.