19/04/2022

Cáritas, un instrumento de paz que se hace realidad por vuestro apoyo

A veces, nos parece clamar en el desierto… como en tantas ocasiones les ha pasado a los profetas en la historia.

Hoy, una vez más, Cáritas pone voz a la denuncia: acusamos a una civilización que tiene bien encarnada en su seno los conflictos bélicos;  y también, como podéis comprender, todas las miserias humanas que generan: muertos, heridos, desplazados, refugiados, destrucción, pobreza, vulnerabilidad…

Estos días vivimos y nos ha tocado acompañar desde Cáritas, pero también desde la solidaridad y el compromiso de entidades y sociedad civil, los desastres generados por la guerra entre Rusia y Ucrania, con miles de muertos y millones de refugiados. Ni el llamamiento de dirigentes, entre ellos representantes de las confesiones religiosas, y la movilización de medio mundo, no han conseguido detener un espectáculo de horror y miseria que nos debería escandalizar a todo aquel que tenga un dedo de seño.

Cáritas, y seguro que los que nos leo, estamos cansados de llamar en el desierto del materialismo y de los intereses geopolíticos oscuros.

Nada tiene más valor que una vida humana, nada debería tener más sentido que crear una sociedad donde el bien común lo llenase todo, en la que la vulnerabilidad que generan las guerras fuera sólo el recuerdo de un mal pasado.  Cáritas apuesta, trabaja y se levanta una y otra vez, para construir una civilización de la fraternidad, como tantas veces nos ha recordado el Papa a través de la encíclica «Fratelli tutti» (un texto que aunque no seamos creyentes deberíamos leer, ya que no dejará indiferente a nadie).

Debemos hacer en este nuevo milenio la verdadera revolución: aquella que consiga definitivamente la libertad, la igualdad y también la fraternidad entre todas y todos. Este es nuestro objetivo y en él trabajamos las personas voluntarias de Cáritas en los Obispados de Lleida, Solsona y Urgell, y también de todo el mundo.

Por eso volvemos a llamar fuerte y claro, como sando Francesc d’Assís: «Oh Señor, haz de mi un instrumento de vuestra paz! Que allí donde haya odio yo ponga amor…».

Gracias a todos, y también a las muchas personas que, a pesar de no ser de Iglesia, sí tienen presente el compromiso hacia los más vulnerables. Unos y otros nos hemos ayudado y nos ayudan cada día y os lo agradecemos porque esta unidad de espíritu y de compasión con los otros es la manera de creer en la persona humana. Ahí podemos ser instrumentos de paz.

Y no podemos acabar sin acordarnos y recordaros que en estos momentos en el mundo hay bien vivas 65 guerras y conflictos armados, la gran mayoría emplazados en países del llamado Tercer Mundo. No los olvidemos: porque también necesitan nuestra fraternidad, nuestra visualización y nuestro compromiso, como también lo estamos haciendo con el conflicto de Ucrania.