Nota de prensa06/10/2020

La Mesa del Tercer Sector reclama un replanteamiento de las políticas públicas para dar respuesta a la soledad no deseada de los ancianos

La COVID-19 ha hecho que muchas personas mayores autónomas y con una vida activa hayan sufrido por primera vez soledad no deseada y el confinamiento en las residencias se ha convertido en una fuente extra de aislamiento y soledad.

 

La Mesa de entidades del Tercer Sector Social de Cataluña, que representa 33 federaciones que aglutinan más de 3.000 entidades sociales catalanas, ha presentado esta mañana el último dossier del ciclo ‘Cataluña Social’ con el título ‘La soledad no deseada durante la vejez , un fenómeno social ‘, elaborado por Elisa Sala del Observatorio de la Soledad de Amigos de los Mayores.

El documento muestra cómo la soledad tiene un impacto claro en la salud (física y psicológica) y la calidad de vida de las personas. El informe también evidencia que la soledad no deseada es un fenómeno social complejo y al alza, una realidad presente y creciente en nuestras sociedades, sobre todo las occidentales.

Los factores de riesgo de la soledad no deseada son diversos: sociodemográficos (el más alto es el del género ‘ser mujer’, la edad, estatus socioeconómico y educativo bajo, el estado civil y el lugar de residencia, etc.); de salud y autonomía personal (declive funcional, dificultades de movilidad, deterioro de las capacidades sensoriales, etc.), psicológicos y de personalidad y de interacción y participación social (red social, composición del hogar, grado de participación social y la cantidad y calidad de las relaciones social, entre otros).

La Mesa del Tercer Sector pide un replanteamiento de las políticas públicas para dar respuesta a este fenómeno y conseguir una sociedad más preparada para hacer frente al envejecimiento de las personas. Además, la Tabla reclama que la soledad no deseada de los ancianos se incluya en la agenda política y sea objeto de las políticas públicas, tanto sociales como sanitarias.

 

Conceptos prácticos:

La soledad no deseada es una experiencia subjetiva y, por tanto, hay tantas soledades como personas que la sienten. Desde el punto de vista de las relaciones es el sentimiento negativo que tiene la persona fruto de la discrepancia existente entre las relaciones que tiene y las que quisiera tener, tanto en cantidad como en calidad. La soledad social es la respuesta subjetiva ante la falta o insuficiencia de relaciones o sentimiento de comunidad. La soledad emocional es la respuesta subjetiva a la ausencia de relaciones personales íntimas o de apego. El aislamiento social es la falta o existencia limitada de relaciones interpersonales duraderas y se puede medir por la densidad de la red social (la cantidad de personas que la componen y el grado de interrelación de sus miembros).

 

El cambio demográfico y el envejecimiento de la población:

En Cataluña, según los últimos datos del IDESCAT, un 19% de la población catalana son personas mayores de 65 años (1.463.000 personas de las más de 7.720.000 de la población total). En general, sigue creciendo el porcentaje de personas octogenarias que representan casi el 6% de la población catalana (más de 440.000 personas).

Según las proyecciones del mismo INE (2018-2068), en el año 2068 podría llegar

 

  • Haber más de 14.000.000 de personas mayores en el Estado, lo que significaría prácticamente el 30% del total de la población estimada.

Uno de los retos será, sin duda, la feminización de la vejez. En general, las mujeres viven más que los hombres (una esperanza de vida de 86 años frente a los 81 años los hombres) y esta tendencia se acentúa a medida que aumenta la edad. En el caso de Cataluña, concretamente, las mujeres conforman el 57% del total de la población mayor de 65 años (834.000 mujeres frente 629.000 hombres). Si escalamos hasta los 85 años, el porcentaje es de un 66% de mujeres (167.184) frente al 34% de hombres (83.661).

 

La prevalencia de la soledad y el aislamiento social entre las personas mayores:

Los datos sobre prevalencia de soledad y aislamiento social son escasas y muy variables, dependen de muchos aspectos como el contexto geográfico y cultural o las expectativas individuales. Según la Encuesta continua de hogares (ECH. INE, 2019), en Cataluña hay 786.000 personas que viven solas, de las cuales 334.000 (más del 40%) tienen 65 años o más. Los expertos apuntan que la vida en solitario continuará creciendo si se tiene en cuenta que la esperanza de vida ha aumentado, que se producen más rupturas de pareja antes de la jubilación y que cada vez hay más personas que llegan a la última etapa de la vida en soltería o sin pareja estable. Es probable que, a consecuencia de estos hechos, el riesgo de sufrir soledad entre la población mayor de 65 años aumente en la misma medida. Según la misma encuesta, la propensión a vivir en soledad difiere por sexo y edad. En las edades hasta 64 años es más elevada en los hombres pero, a partir de los 65 años, esta propensión es más alta en las mujeres y aumenta en la medida que también se incrementa la edad. En concreto, 140.700 personas mayores de 80 años viven solas y de éstas, 110.600 son mujeres (un 78%). Hay que apuntar, sin embargo, que el hecho de que estas personas vivan solas no quiere decir que tengan un sentimiento de soledad no deseada, es decir, el hecho de vivir solo / a responde únicamente al aspecto residencial y, por tanto, puede ser una situación deseada en muchos sentidos. Sin embargo, en el caso de muchas personas mayores, esta soledad residencial es una situación sobrevenida que responde a un proceso de pérdidas (viudedad, marcha de los hijos / as y / o muerte de familiares o miembros de la red social más cercana) y, en consecuencia, puede llevar implícito un aumento del riesgo, tanto de sufrir soledad no deseada como de aislamiento social. El dossier apunta que, en general, la prevalencia de la soledad, aumenta con la edad y es mayor en el caso de hombres y mujeres con 65 años o más.

 

La soledad en la vejez y su impacto en la salud y el bienestar de las personas mayores:

El informe muestra que la soledad no deseada es un fenómeno multidimensional y tiene un fuerte componente relacional. Por este motivo, además de todos los factores intrapersonales, es necesario explorar las relaciones sociales de la persona desde dos vertientes complementarias: la percepción que tiene la persona del número de relaciones que tiene (frecuencia de contacto y actividades que realiza o grado de participación social) y la seguridad emocional o sensación de confianza que estas relaciones, o de otras significativas, le proporcionan (soledad emocional). Es importante entender que nos podemos sentir solos o solas a pesar de estar acompañadas, por ello, la soledad no tiene que ver únicamente con una cantidad determinada de relaciones sino que tiene que ver con la calidad de estas. El dossier también pone el foco en el sentimiento de soledad en los entornos residenciales. No hay mucha evidencia empírica y esta es contradictoria. Algunos estudios muestran que algunas de las personas mayores que van a una residencia lo hacen, precisamente, para sentirse menos solas y otros apuntan que el hecho de vivir en residencias está asociado con grados más altos de soledad. Estos últimos destacan datos relacionados con una alta prevalencia de soledad, dado que las características de muchas de las personas que viven, coinciden con algunos de los factores de riesgo asociados (género, nivel socioeconómico bajo, pérdidas recientes, prevalencia de discapacidad, baja salud y declive cognitivo).

Tampoco se puede olvidar que ir a una residencia tiene un impacto muy grande en las relaciones sociales que las visitas de familiares y otras personas conocidas tienen tendencia a reducirse y, aunque cabría la posibilidad de establecer nuevas relaciones con las personas residentes , también es cierto que la alta prevalencia de deterioro cognitivo y dependencia en estos entornos dificulta mucho que esto suceda. Además, en general, las personas que viven en entornos residenciales tienen una percepción muy baja de la propia autonomía (su libertad de elección se ve reducida) y también sienten que pierden el control sobre sus propias vidas, al tiempo que se limitan mucho las interacciones de reciprocidad (dar y recibir), facilitando un sentimiento de inutilidad porque no tienen un papel importante que jugar. Es por ello que se puede pensar que, a pesar de no tener datos objetivos que lo demuestren, la prevalencia del sentimiento de soledad es muy probable que sea alta en entornos residenciales.

Por otra parte, el dossier también apunta que la soledad está asociada a un aumento de recursos sanitarios, tanto de atención primaria como hospitalaria. Para muchas personas mayores, el sentimiento de soledad tiene consecuencias negativas en el organismo y muchas investigaciones han demostrado que la soledad se correlaciona con enfermedades de carácter crónico. Por lo tanto, hay un impacto en la salud física (aumenta la presión sistólica, acentúa la obesidad, amplifica el declive motor, empeora el funcionamiento vascular, etc.) y en la salud psicológica (se incrementa la prevalencia de emociones dolorosas ; aumentan los problemas de sueño, la ansiedad y los cambios de personalidad; empeora el funcionamiento cognitivo y crece el riesgo de sufrir Alzheimer, entre otros).

 

La soledad no deseada de las personas mayores desde una perspectiva de género:

 

A la hora de abordar el sentimiento de soledad no deseada de las personas mayores desde una perspectiva de género, hay que entender que no es lo mismo envejecer siendo hombre que siendo mujer. Si ponemos el foco en las mujeres que ahora son grandes, se podría decir que las mujeres están marcadas por una combinación más o menos variable de cuatro elementos:

 

  • Han asumido, de manera desproporcionada, buena parte del trabajo doméstico no remunerado y de cuidados de sus familias.

  • Han tenido una presencia más intermitente que la de los hombres en el mercado laboral formal.

  • Han tenido más presencia que los hombres en el mercado laboral informal.

  • Han tenido trabajos peor remunerados y menos valoradas socialmente.

  • Como se ha visto en los apartados anteriores, los factores que más influyen en esta soledad no deseada en las mujeres son:

  • Las condiciones socioeconómicas (en general son desiguales e inferiores a los hombres en la mayoría de países de la Unión Europea).

  • La esperanza de vida (más alta en las mujeres que en los hombres) que da pie a la feminización de la vejez

  • El hecho de que, tanto en España como en Cataluña, hay más mujeres mayores que hombres que viven objetivamente solas.

 

Así pues, el hecho de ser mujer es un factor de riesgo en cuanto a la soledad. Sin embargo, la asociación entre género y soledad sigue siendo difusa. Algunos estudios muestran que las mujeres reportan sentimientos de soledad no deseada con más frecuencia que los hombres, mientras que otros dicen que esta prevalencia está mediatizada por el factor de viudedad, por ejemplo. Otras evidencian que uno de los factores más relevantes en la relación entre el género y la soledad es la capacidad de reconocer el hecho de sentir soledad. A primera vista, las mujeres sufren más soledad, pero cuando se rasca se puede ver que realmente no es así sino que este dato va directamente relacionada con la «capacidad» que se atribuye al género femenino para reconocer y expresar sus sentimientos. Según la investigación dirigida por Javier Yanguas (2018), el sentimiento de soledad social entre los hombres mayores de 80 años es del 36% y el de las mujeres del 33% mientras que el de soledad emocional escala hasta el 52% y 43% respectivamente.

 

La soledad y el aislamiento de las personas mayores durante la COVID-19; análisis y aprendizajes:

 

En relación con el sentimiento de soledad no deseada de las personas mayores, aunque todavía queda por recoger mucha información de encuestas y estudios, hasta ahora se puede decir que la evidencia empírica es contradictoria.

Por ejemplo, en Barcelona, ​​según los datos oficiales del ayuntamiento, un 15% de la población ha pasado el confinamiento en soledad y el porcentaje sube hasta el 31% en el caso de las personas mayores de 65 años. Sin embargo, hay muchas personas mayores que antes de la pandemia ya se sentían solas y / o estaban sufriendo aislamiento, y por tanto, es posible que el confinamiento no haya tenido un impacto en sus vidas. Algunos autores tienen la hipótesis de que estas personas no han visto sus vidas tan afectadas porque, además de no suponer una situación extraordinaria para ellas, también aumenta la probabilidad de que tengan recursos para hacerles frente. Otros plantean que las personas mayores que ya sufrían soledad no deseada han visto agudizado este sentimiento durante la pandemia.

El acceso a internet ha podido tener un impacto considerable en el sentimiento de soledad porque también hay algunos autores que afirman que los contactos de tipo virtual han aumentado en relación con los contactos de tipo físico que se realizaban antes del confinamiento. En todo caso, la brecha digital ha podido implicar una imposibilidad de uso y una desigualdad en el acceso a los medios tecnológicos que, durante este periodo, han sido el medio más importante para contribuir al mantenimiento de las relaciones. Según la Encuesta sobre equipamientos y uso de las tecnologías de información y comunicación en los hogares (INE 2018), el salto generacional es notable en el uso de las nuevas tecnologías: el 85% de los jóvenes utiliza internet de forma habitual mientras que sólo el 48% de las personas mayores de 65 años lo hacen.

No se puede dejar de lado que muchas personas mayores son autónomas y tienen una vida activa y participativa en sus comunidades. Estas personas han sufrido por primera vez el sentimiento de soledad no deseada, precisamente, por el hecho de no poder relacionarse y hacer la vida que hacían antes de la Covidien-19. A Amigos de los Mayores, por ejemplo, antes de la crisis (fecha 28 de febrero), en Cataluña se acompañaba 1.469 personas mayores, todas con sentimiento de soledad no deseada crónico, y durante la crisis de la Covidien-19 se ha abierto la atención a 186 personas mayores más que no tenían este sentimiento de soledad antes del confinamiento, pero que el distanciamiento físico les había provocado porque se han visto obligadas a no poder desarrollar las actividades de socialización y participación que antes realizaban. Otro aspecto de la pandemia es la situación de crisis agravada que se ha vivido en las residencias de ancianos. Según datos del IDESCAT (agosto 2020), de las 12.781 personas muertas registradas en Cataluña, más de un 30% (4.119) han muerto en centros residenciales. Muchos factores han contribuido: la precariedad y la falta de atención sanitaria o la falta de equipos de protección y tests para la detección, entre otros. Además, las personas mayores, aisladas del exterior y en su habitación sin poder acceder a las zonas comunes, han sufrido un doble confinamiento. Este hecho, junto con la prohibición de recibir visitas por parte de familiares o amistades, se ha convertido en una fuente extra de aislamiento y soledad porque la única posibilidad de vínculo social se ha visto reducida a algunas llamadas y / o videoconferencias . A veces, ni eso. A pesar de la grave situación vivida es importante destacar la dedicación de muchos profesionales que han puesto en riesgo su propia salud y que han dedicado esfuerzo y tiempo al cuidado de las personas mayores más vulnerables. También es importante poner en valor el papel que han tenido las redes vecinales y de barrio en el apoyo recibido por parte de las personas mayores gracias a la ayuda mutua o la solidaridad vecinal. El papel de estas redes ha sido primordial para que ha hecho que muchas personas mayores se sintieran más seguras y acompañadas durante la crisis.

 

Conclusiones y reflexiones:

 

  • En Cataluña, más del 40% de las personas que viven solas tienen 65 años o más (334.000). Las personas de más edad y más frágiles son las que se encuentran en situación de mayor riesgo de sufrir aislamiento social y soledad no deseada. Según la investigación dirigida por Javier Yanguas (2018), el sentimiento de soledad social entre los hombres mayores de 80 años es del 36% y el de las mujeres del 33% mientras que el de soledad emocional escala hasta el 52% y 43% respectivamente .

     

  • El aislamiento social y la soledad no deseada son dos fenómenos que, por diferentes razones, están creciendo entre la población mayor en las sociedades occidentales y este hecho plantea diferentes retos desde el punto de vista de la acción social y el desarrollo de políticas y programas.

     

  • La soledad no deseada de las personas mayores es un fenómeno complejo, diverso y plural en el que interactúan múltiples factores y, por tanto, no hay dos soledades iguales, todo lo contrario, hay tantas soledades como personas que la sienten. Por este motivo, toda intervención debería incorporar esta lógica de atención a la diversidad.

     

  • La soledad no deseada ha dejado de ser un fenómeno de carácter individual para concebirse como un fenómeno social. Ya no es algo personal sino que ha pasado a ser cuestión de todos y todas, un fenómeno con un impacto en la salud y la calidad de vida individual y personal, pero también un indicador social y de salud comunitaria.

     

  • La literatura existente sobre los factores de riesgo asociados al sentimiento de soledad es muy extensa y no es homogénea, pero existen una serie de factores que nos pueden orientar en la definición del perfil y el diseño y desarrollo de herramientas para la detección.